UN FALLADO (DESVÁN), UN VESTIDO Y MI TARTA DE LA ABUELA

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A TOD@S OS DOY LAS GRACIAS POR TODA LA AYUDA QUE ESTOY RECIBIENDO.






Eran épocas distintas.
La casa familiar tenía en el tercer piso un fallado, (desván en castellano), donde estaban las habitaciones del servicio. En el mismo fallado, existían además 2 cuartos prohibidos a los niños que eran en donde se guardaban las cosas que se iban retirando por diversos motivos.


Pese a la prohibición de entrar en ambos cuartos, era imposible no hacerlo.


Las puertas, cerradas pero sin llave, crujían al empujarlas suavemente cuando nos deslizábamos a su  interior.
Con poca luz, abundancia de polvo y el miedo a lo desconocido, nos adentrábamos lentamente por esas lúgubres estancias.


Los arcones de madera se apilaban a un lado, al otro,  lámparas, sofás, cajas con artículos de bisutería, zapatos, bastones, sombrillas protectoras del sol, sombreros de hombre, sillas de montar a caballo...parecía la habitación de un bazar, en donde podíamos encontrar de todo.


Entre los baúles ! nuestros preferidos! , había uno especial. Era el destinado a guardar en su interior los vestidos de fiesta que por algún motivo habían sido descartados. 

Trajes de la época del Charlestón, vestidos de noche, largos, con vuelo...zapatos con pedrería, sombreros a juego...un paraíso para niñas de 10 años.


Con prisa y nerviosismo, nos embutíamos en aquellos vestidos llenos de polvo, sin importarnos el olor a viejo que desprendían, ni los agujeros de polilla que llevaban, nada nos importaba,  nos sentíamos princesas como en la película de "lo que el viento se llevó".


Nos ataviábamos con collares, pulseras, sombreros y como si fuese lo más normal, bajábamos al piso inferior, despacio,sin hacer ruido para evitar que nos descubriesen.
Luego con más libertad, nos deslizábamos hasta el jardín donde bailábamos y jugábamos a ser señoritas finas tomando un supuesto té imaginario, pero inglés. La imaginación nunca nos faltaba.


Casi siempre al volver a casa, alguien nos descubría y claro...otra reprimenda se avecinaba.


Pero eran épocas de carnaval, de fiestas, donde más o menos, aflojaban un `poco la dura educación a la que estábamos sometidos, y por estar en  esas fechas, esa vez, la riña fue menor. 


Así pues, nos permitieron entrar, no sin protestar a medida que íbamos pasando y nos llevaron a merendar.


Además de los típicos dulces como orejas, flores, filloas...en mi familia siempre se hacía una tarta de frutos secos. Nunca supe el porqué de esa costumbre, pero así era, junto con la torta de chicharrones  de Nieves, de la que hablaré otro día.


Os dejo esa tarta y espero que os guste, nosotros la llamábamos la tarta de la abuela, por ser Pacita  De Oya, mi abuela, quien la pedía siempre.

TARTA DE LA ABUELA

INGREDIENTES:

-   300 grs. De azúcar moreno.

-   300 grs. De harina.

-   3 claras a punto de nieve y 3 yemas.

-   1 taza de nueces peladas.

-   1 taza de orejones, ciruelas, dátiles,  y de pasas sin pepitas. Una taza en total.

-   150 grs. De mantequilla

-    Un poco de coñac para macerar las frutas.

-   Un palo de canela (o una cucharada molida) y  nuez moscada

-   Un sobre de Royal o impulsor (gasificante).

PREPARACIÓN:

-          Ponemos a macerar todos los frutos secos en un poco de coñac.

-          Deshacemos la mantequilla con el azúcar en una cacerola, procurando que no se haga caramelo. Retiramos del fuego y dejamos templar.

-          Le incorporamos la harina poco a poco, con el royal y con los demás ingredientes.

-          Incorporamos al final las claras a punto de nieve con movimientos envolventes.

-          Rellenamos con la mezcla un molde tipo cake, previamente untado de mantequilla y harina y horneamos a 150ºC  unos  60 minutos.

-          Decoramos con azúcar glass y con frutos secos.

Es una tarta que mejora de un día para otro, y a pesar de que tiene muchas calorías, es inmensamente rica y fácil de hacer.

Ojalá podáis disfrutarla como yo lo hacía.